Me da igual si la vida
se empeña en decir que es mala idea;
me da igual que el resto del mundo
no lo entienda,
no les culpo:
ellos no tienen su sonrisa
metida continuamente en la cabeza.
Ellos no se han enamorado
de su voz en cada palabra,
de sus ganas de vivir,
del sonido de su risa.
No me hablen de poesía
si no han visto
cómo baila el fuego de su pelo,
ese que se aviva en sus ojos
que parece que ardan
y se quemen por dentro
y que cuando los miro
(en la distancia, desde lejos)
hacen que me pregunte
cuál es el misterio de su corazón…
y a qué saben sus besos.
No, no me hablen de rimas
que al final quedan vacías:
sólo escribo lo que siento.
Yo guardo todos sus mensajes,
él guarda todos mis secretos,
y aunque no pueda abrazarle
cuando tengo ganas de llorar
es él en quien pienso
para no desmoronarme.
Que sabe todo lo bueno
que hay en mí,
pero también todo lo malo…
y en vez de juzgarme
está siempre ahí,
tendiéndome la mano.
No me hablen de magia,
porque él es mucho más que eso…
es el único capaz
de hacer brillar el sol en mi ventana
y siempre despide
esa felicidad que se contagia.
Magia es que el corazón
se me salga del pecho
cuando leo su nombre en mi teléfono
y que su rostro sea lo primero
que me viene a la cabeza cada día.
Magia es que, sin saberlo,
me haya hecho llorar más de una vez…
y todas hayan sido de alegría.
No se confundan:
no les estoy diciendo
que sea perfecto,
les estoy diciendo que su alma
parece a ratos una gemela de la mía
y a ratos completamente diferente:
se complementan
y casi nunca se hieren.
Les hablo de adorar
que a veces parezca indiferente
y dos minutos después haga
que mi cuerpo tiemble;
les hablo de odiar
que le pida un beso y me lo niegue
y que justo después de irme a acostar
me llegue en forma de sms
y sea el doble de especial.
Les hablo de que se ría
con cualquiera de mis tonterías,
de que cuando me pongo borde
siempre tiene una contestación
que hace que sea yo la que sonría;
les hablo de que escucha
cada una de mis movidas
y siempre sabe exactamente
las palabras que me alivian.
Así que me daría igual
que el resto de la humanidad
no lo entendiera…
mientras él quiera
yo seguiré luchando,
aunque a veces duela.
Y aunque a veces
más que esperar, desespero,
iré a contracorriente hasta el final,
porque yo…