lunes, 29 de marzo de 2010

118.

Él se sienta sobre el césped de los sueños con un bocado de vida entre los labios y el primer albor acariciándole la piel, que tiene el tacto de una nube y huele siempre a primavera. Mira a la vida y al destino a los ojos con los suyos cerrados, porque sabe que las cosas importantes sólo se ven con el corazón. 

Ella le observa desde el otro lado del arroyo, donde las altas copas de los gruesos árboles enraizados sólo dejan paso a una oscuridad densa y asfixiante, casi palpable, con la mirada perdida. Le gustaría poder ver lo que le rodea como lo hace él, sabiendo que la flor que se muere hoy mañana se reencarnará en una bonita mariposa, porque mañana siempre es otro día. Y lo intenta, pero la mayor parte del tiempo mira el mundo con los ojos del pasado, que guarda tantas sombras que hace confortable el lugar de donde observa. 



Pero a veces él sonríe y entre las hojas se cuelan hilillos de luz dorada que se arremolinan en su pelo y su corazón bombea palabras desordenadas y sentimientos desconocidos. Se siente como en un parque de atracciones, de todas las que siente por él. A veces, en sus pensamientos, sube tan deprisa por la montaña rusa de sus besos, que se queda sin aliento… y al mirarle a los ojos le coge el vértigo.

Porque sigue subiendo, bajando, gimiendo, llorando, gritando y riendo… pero sabe que en cualquier momento su vagón puede frenarse en seco.

miércoles, 10 de marzo de 2010

117.

Madrid llora otra vez y yo no distingo la lluvia de mis propias lágrimas, yo sólo quiero ser esa luz que te ilumina y te besa la cara. Que el calor de tu piel me robe el frío que dejan éstas noches que empiezan a hacérseme tan largas... y quiero, tal vez, robarte caricias de madrugada, quiero mordiscos a traición y latidos desbocados que lleguen a mi propio corazón como disparos a bocajarro. Quiero volver a robarle las horas a esta vida tan zorra a través de tus labios. Quiero decirte todo lo que no supe decir, todo lo que reprimí porque mi lengua a veces se vuelve temeraria, que lo mismo se traba que recorre los paisajes que se esconden en tu cuello y siguiéndote las pecas dibuja constelaciones en el cielo de la curva de tu espalda. Quiero abrazarte a ti al dormir y no a la almohada, quiero verte a ti por las mañanas y no ese sol que absurdo se cuela entre las sábanas. Acariciar tu nuca con mi aliento en vez de echarlo en cualquier cristal, en cualquier ventana, para escribir tu nombre entre el vaho que la empaña. Quiero que sepas que la mejor poesía que he leído estaba escrita en tu mirada y que traía consigo la palabra sonreír, que no se puede esconder y a la que nadie engaña. Y por eso, aunque duela todo lo que aleja la distancia, por dentro algo me dice que... quizás mañana...

jueves, 4 de marzo de 2010

116.

Ya no sabía si tropezaba o la empujaban, pero ahí estaba, cayendo de nuevo hacia una oscuridad en la que ésta vez no encontraba ese pequeño punto de luz, extendiendo el brazo hacia una inmensidad azul que se iba haciendo cada vez más pequeña. Creía distinguir las siluetas de quienes habían vivido a su lado, de una forma u otra, como sombras peleando contra la luz del sol, pero no lograba alcanzarles, como habría pasado otras veces. Creía oír su nombre atravesando la nada junto a ella, pero ya no era más que un eco lejano de voces transformadas en aullidos guturales. Quiso sentirse asustada, gritar, llorar, aferrarse a cualquier cosa como última esperanza... pero era inútil. Se limitó a dejarse caer hasta que su cuerpo impactara contra el fondo, le esperara lo que le esperase.


De todos modos, su vida ya tenía fecha de caducidad.

lunes, 1 de marzo de 2010

115.

Y vuelves a atrapar mi tristeza para esconderla en tu bolsillo, para alejarla de mí. De nuevo has sembrado el jardín de mis pesadillas con nuevos sueños, con otras esperanzas… y yo sigo llena de amor por todo aquello que te pertenece, llena de celos por todo lo que te roza y me quita un trocito de ti… y tú sigues aquí, entregándome la vida en cada suspiro, suplicando por mis besos sin saber que ni siquiera tienes que pedirlos… porque son tuyos.


Porque yo ya no soy mía, sino tuya.
Los Puentes de Madison.