sábado, 18 de julio de 2009

54.

Me gustaría poder decir que después de tantos años estoy preparada para volver a abrir mi corazón -para hacerlo de verdad-, pero lo cierto es que las heridas no terminan de cerrarse, y ningunos ojos terminan de estar tan vivos como los tuyos, tan muertos al mismo tiempo; un abismo negro en el que caer, y perderse...

Lo peor de todos los besos que he compartido desde entonces es que al final acababan convirtiéndose en rutina, y eso es lo que más pena me daba de todo. Tú siempre me besabas como si fuera la última vez.

En realidad, cada vez estaba un poco más cerca de serlo... y eso es lo que más miedo me daba de todo.

No hay cuentos, ni poesías, ni autocompasión o autoconvencimiento.
Necesito olvidarte.

martes, 14 de julio de 2009

53.

Empezó... Dama Blanca:

El negro es la ausencia de color, pensé… quizá por eso las noches me resultan tan vacías, tan tristes.

Mientras el paño húmedo se deslizaba por la barra arrastrando con él la suciedad y la soledad de quienes habían ahogado en ella sus penas, yo ya me había dado cuenta de que el tipo del fondo, el de cabello largo, no dejaba de seguirme con sus ojos de misterio.

Cuando terminé el turno y me dirigía a casa, las farolas ensombrecían, más si cabe, la belleza afligida de un hastiado Madrid. Y a mitad de camino, como atraída por una hipnosis silenciosa, me giré y choqué de lleno con sus ojos.

-Buenas noches… -balbucí, y extendió una mano hacia mí, hundiendo mi mejilla en el hueco de su palma.
-Me duele tu belleza… -susurró, de tal forma que hasta a mí parecía herirme- cualquier contacto que produzcas es profano, un sacrilegio; cualquier hombre que te mire es un hereje, tu única redención es la muerte… después –dijo, pausadamente-, la divinidad en ti será eterna.

De un bolsillo de su larga gabardina extrajo una pequeña Biblia y, observándome, abrió una página al azar.

-Ella será tu juez y verdugo.


Terminó... Ninive:

Han pasado los años. Unos pasos caminan por el boulevard. El calor quema. Busca en la piedra del muro el frescor escondido pero calda el tacto de sus manos. Las farolas tardan en despertar. El bar sigue cerrado desde la extraña desaparición de la camarera.

Desde el parque cercano una estatua contempla la escena.

Un tipo de aspecto sombrío se le acerca a la joven.

-Buenas noches- Le saluda ella.
-Me duele tu belleza...- Le susurra él.
-Hola Vlad- Interrumpe súbitamente sus palabras. Palideció aquel tipo al oirla.
-¡Tú!- Exclamó.
-Sí, llegó tu hora-

Aquella noche la estatua volvió a cambiar su rostro. Pero nadie repararía en aquellos ojos de mármol, en su mirada de misterio, ya muerta.

domingo, 12 de julio de 2009

52.

Me parece una gran putada (con perdón xD) que al final Hammerfall no esté en el cartel, pero tsk, qué se le va a hacer.
De todos modos, Rage son igual de grandes.

miércoles, 8 de julio de 2009

51. [Cuenta-Cuentos]

Sólo tenía una certeza: la culpa la había tenido aquél libro.

Supe que debía ser mío cuando entré aquella mañana en la biblioteca y lo encontré descansando en una estantería a la que no pertenecía: un tablón de madera que flota a la deriva en un mar de letras. Cuando lo tomé entre mis manos, el aroma a misterio me impregnó por completo y en la portada, como único título, aparecía un nombre: Dana. Un escalofrío recorrió mi espalda en ese momento.

Me acerqué a la bibliotecaria libro en mano y media hora después ya estaba en mi casa, devorándolo. Tenía tantos capítulos como años con los que yo contaba, veintiuno para ser exactos; el resto del libro estaba en blanco. Según iba sumergiéndome en él, más convencida estaba, pese a lo raro que pudiera parecer, de que ese libro era la historia de mi vida. Cada día se iban escribiendo, como por arte de magia, unas páginas más en las que a la protagonista le sucedían cosas idénticas a las que poco después me sucedían a mí. La idea me aterró al principio, pero no tardé mucho en darme cuenta de que podía averiguar que iba a pasar en mi vida antes de que ocurriera y que, de ese modo, podría evitar pasar malos momentos, tomar decisiones equivocadas o poner rumbo a un camino inestable y pedregoso.


Pasaba las horas muertas contemplándolo, sentada en la butaca del escritorio. Poco a poco, las horas se convirtieron en días, los días en semanas, las semanas en meses... y yo estaba cada vez más enganchada. Pronto dejé de salir por miedo a las cosas terribles que narraban lás páginas de aquellas hojas malditas, comía lo necesario y sin perderlas de vista, apenas dormía... y mi histerismo iba aumentando de una forma completamente proporcional a la disminución de las páginas en blanco.

Años después, abandonada a la soledad por mis amigos, familiares y seres queridos tras múltiples intentos fallidos de acercarse a mí, llegó de forma inexorable mi miedo más profundo: la última página, mi último aliento... y decía así:

"Todo el que me posea será tentado,
todo el que sucumba será abandonado

pues yo consumo toda luz que alumbra
y ahogo tu alma en la penumbra.
"

Y mientras aquellas palabras se agolpaban en mi garganta, asfixiándome, comprendí que intentando dominar mi vida sólo había logrado perderla.
No comprendía por qué había caído en ese error fatal... sólo tenía una certeza: la culpa la había tenido aquél libro.

martes, 7 de julio de 2009

50. [Delirios de la Dama Blanca - I]

Tras el repentino encuentro con Ashal me dije que ya no había remedio, que no tenía sentido retrasarlo más.

Guardé la caja en la mochila y me adentré en el estrecho de Vilhom ignorando todo y todos a mi paso, buscando aquel lugar secreto al que hacía ya tiempo no acudía como quien debía ser. La Dama Blanca.

Me desnudé dejando las ropas en un baúl de la entrada y dejé que la túnica roja se deslizara por mi cuerpo. Hice una reverencia ante la estatua de mi señor y mis piernas empezaron a funcionar como por arte de magia, llevándome a donde debía estar.

Desfilé con lentitud sobre la alfombra roja que llevaba hasta el altar, saboreando cada paso, cada detalle de mi alrededor y todo cuanto había quedado ya olvidado. Me postré ante él. El único que me había ayudado.

Tomé la daga que descansaba en mi bota y dejé la caja que momentos antes había estado en mi mochila sobre el altar; la abrí y extraje el pájaro blanco que descansaba en ella, en su último aliento de vida. Cogí la daga y dibujé una estrella de cinco puntas en el pecho del animal, bañando el altar con gotas de sangre. Cuando el pájaro hubo alcanzado la muerte le coloqué las alas en forma de cruz y lo colgué bocabajo en el atril.

Me puse de rodillas y alcé mis manos hacia su imagen, descansando ante la mirada atenta de Su estatua, el medallón reposando sobre mi pecho. Recité los salmos oscuros con los que tiempo atrás le había deleitado.

Su influjo fue calando poco a poco en mi cuerpo, el medallón brillando cada vez con más intensidad. De pronto, cortes producidos por un arma invisible recorrieron mis brazos en forma horizontal, la sangre por la sangre, me dije. La serpiente tallada en mi amuleto salió disparada en forma de luz verde, enroscándose en mi cuerpo hasta entrar en mi boca y meterse dentro de mí.

Ya había comenzado.