viernes, 27 de mayo de 2011

129.












Me gustaría creer que no existe el silencio
más allá del constante eco de tu voz,
que si corro a un ritmo suficientemente veloz
te alcanzarán las palabras que yo nunca pronuncio.

Me gustaría creer que el teléfono no arde
esperando una llamada que te traiga más cerca;
y es que siempre he sido un poco terca:
cuando se trata del amor, más vale pronto que tarde.

Me gustaría creer que cuando cierro los ojos
no eres solamente el dibujo de una ilusión,
que son las líneas de tu cuerpo las que hay en mi colchón
y que los sueños se incineran como rastrojos.

Entiéndeme, que soñar siempre ha sido sinónimo de vivir,
pero para mí vale más una noche entre tus besos
que pasarlas aquí en vela escribiendo cuatro versos
que desnudan lo que siento y nunca vas a recibir.
 
Dibujarte no me importa, puedo hacerlo,
porque aunque no te tenga aquí, estás en mi pensamiento
y lo he recorrido tantas veces, que sin ser de mi conocimiento
me he aprendido de memoria la geografía de tu cuerpo.

¿Cantarte? Con el alma, a los cuatro vientos,
con el corazón latiendo en clave de sol,
con los labios empapados en alcohol
y las cuerdas vocales palpitando en mil deseos.

¿Escribirte? Cada noche en un rincón
de mis adentros escribo historias de romance,
de comernos juntos el mundo entero, a nuestro alcance,
y una vez en lo más alto desbordarnos de pasión.

Me has convertido en arte, inspiración, en poesía pura.
Como un huracán, lo que siento es una vorágine
de sentimientos incontrolables que nunca imaginé
que sentiría otra vez después de volverse la vida tan dura.

Y es que aunque todo de mí me grita que huya,
aunque sepa que es un imposible, este hallazgo
me hace necesitarte, adorarte, quererte hasta el hartazgo
y sin que me digas "ven", ya ves, soy toda tuya.