lunes, 28 de diciembre de 2009

103.

¿Cómo se vence la rutina que se instala en el alma? Esa que te recuerda que por mucho que sonrías, siempre hay algo que falla. La rutina que a veces pide, a gritos, unas palabras, un gesto de cariño… y que tú, con recuerdos de soledad que se transforman en nostalgia, callas.

Parece, quizá, como tener el corazón ardiendo en llamas dentro de un bloque de hielo: que va derritiendo lo poco que quedaba de ti y, al mismo tiempo, el agua va a apagando el fuego, se va consumiendo y ahoga tu mirada que, desesperada, busca esos ojos que le traen paz, le traen consuelo.



Y el tiempo pasa; la vida pasa encapotando el cielo. Te vas pudriendo, disipando, desvaneciendo.

La vida pasa, sin mí…
…y yo lo entiendo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

102.

Eran su cuerpo y el mío fundiéndose en una simbiosis perfecta;
no sólo una pasión encontrada, no un amor templado, sino de tormenta,



que crea remolinos en el estómago y agita dos latidos que conectan,
dos corazones que viven separados y, a la vez, puerta con puerta.

lunes, 21 de diciembre de 2009

101.

El despertador sonaba exactamente a las 7:30 de la mañana. ¿Que cómo estoy tan seguro? Pues porque todos los días, antes de dormir, comprobaba que estuviera en la hora exacta: ni un minuto más, ni uno menos.
Me daba una ducha rápida de diez minutos y, al salir, encendía la cafetera mientras terminaba de arreglarme. A pesar de que siempre andaba algo apurado, me paraba en el pasillo a disfrutar del aroma a café recién hecho que inundaba el piso. Tras desayunar, me paraba delante de la puerta durante un par de segundos, contemplando mi reloj de muñeca y, exactamente a las 8:00, salía al portal. Y, como todos los días, allí estaba ella.

¿Cómo era ella? Bueno, a ojos de los demás, no era nada del otro mundo: ojos marrones, algo hundidos y entrada en carnes. ¿A los míos? Los kilos de más eran lo de menos, quizá eso fuera lo que le hacía especial. ¿Y sus ojos? Más que hundidos, tenían un aire profundo, y el color que cobra la arena al ser besada por el mar.
Por no saber de ella, ni siquiera sabía su nombre (me conformaba con la triste A. que aparecía en su portero, delante del apellido), sólo que allí estaba todas las mañanas a la misma hora, plantada delante del buzón, revolviendo su correspondencia con la esperanza prendida en la mirada; y al terminar, por un momento, parecía decepcionada… pero entonces, al escuchar mis pasos, giraba la cabeza para verme venir.

-Bonitos días –sonreía.
-Bonita tú –y sus mejillas se llenaban de color-. ¿Me dirás hoy cómo te llamas?
-Otro día –concluía, y mientras atravesaba el rellano de su casa volvía a robarme el corazón.

Y el mismo ritual se producía a diario, como si estuviésemos, de algún modo, programados. Ni siquiera podía tocarla, pero me bastaba con verla sonreír cada mañana. Así pues, meses después, cuando conseguí un ascenso en mi trabajo y me comunicaron que durante un año estaría destinado a otra ciudad, supe que tenía que hacer algo.
Tomé un papel y un post-it y dejé que fluyeran las palabras. Camino a casa, compré una rosa en la floristería de la esquina y, al entrar en el portal, introduje todo en el buzón, de tal modo que los pétalos de la rosa sobresalían por la ranura; esperé haberlo llenado de la ilusión que siempre buscaba y que nunca encontró.
A la mañana siguiente, media hora antes de las 8:00, cogí mis cosas y me marché.



La carta, por supuesto, explicaba el motivo de mi ausencia, mi convicción de regreso y mi intención de robarle, por fin, al menos un beso.
¿El post-it? Decía:

“Si tengo que inventarte un nombre, será Alegría.”

jueves, 17 de diciembre de 2009

100.

-Deberías alejarte de mí –dijo. El carmín de sus labios avivaba, más si cabe, el fuego que se expandía por cada fibra de mi ser.
Me acerqué a ella y, con el dorso de la mano, aparté el pelo que cruelmente cubría su cuello y sus hombros; estaba fría.
-¿Por qué…? –susurré, tan suavemente que hasta yo dudé haber formulado la pregunta; pero ella sí que lo había escuchado. En sus labios se dibujó una línea curva que poco a poco se iba transformando en la carretera a mi infierno.
-Porque si te beso… –dijo, acariciando mi rostro con sus uñas- morirás.
Clavé mi mirada en la suya y, de algún modo, supe que tenía razón: aquéllos eran los ojos del pecado… sus labios rojos la manzana que no debía morder; y supe también que, como Adán y Eva, estaba condenado a sucumbir.
-¿Y bien…? –Estaba tan cerca de mí que sólo imaginar su figura sinuosa era una tortura- ¿Qué quieres que haga…?
-Bésame.
-¿Por qué? –Su voz insinuaba sorpresa, pero su rostro confirmaba la certeza.
-Porque prefiero el infierno a un paraíso sin ti...
Y entonces, sus labios y los míos se unieron en una armonía perfecta. No recuerdo nada más, salvo que aquél amanecer… fue rojo.



Propuesta para el Séptimo Reto de Microrrelatos del Foro de Nuncajamás.

Y aprovechar esta entrada, la número 100 ya (quién me lo iba a decir a mí, con lo poco que me duran siempre este tipo de cosas) para agradecer de todo corazón a todos los que habéis llegado conmigo hasta aquí, a los que leéis en silencio, a los que dejáis vuestra opinión, a los que os habéis convertido en mucho más que simples compañeros en esto de los blogs.
Especialmente a Marla (creo que ahora se hace llamar así), que aunque tiene múltiples personalidades me ha seguido con todas ellas, y a Susurros_Mortales, que es mi comentarista express, ahí está ella la primera en el 90% de las entradas. Así que, para todos vosotros, os dejo un regalo (sin normas ni preguntas, que sé que os gustan más xD) que podéis coger si queréis y, si no, sabed que de todos modos os pertenece.




Un saludo... y gracias.

martes, 15 de diciembre de 2009

99.

Tú verás como lo haces, pero yo, este año, en vez de doce uvas quiero doce besos; o, al menos, un beso que convierta esos doce segundos en los mejores de mi vida. Y así, acabaría el año contigo, contigo empezaría uno nuevo… y aunque sólo durara un instante, valdría por todos los que te debo.



PD: Y mi deseo: reunir valor para decir(te) lo que siento.

domingo, 13 de diciembre de 2009

98. [Cuenta-Cuentos]

Como muchos sabréis, participo en una gran iniciativa –que, desde aquí, aprovecho y recomiendo a todas las personas a las que les guste escribir y divertirse- llamada Cuentacuentos; la actividad consiste en que, una vez a la semana, El Señor de las Historias (o a veces un personajillo al que conocemos como Fantasmín) nos propone una frase con la que debemos iniciar nuestro relato, micro, poesía, etc. de forma obligatoria y, a partir de ahí, todo queda en manos de tu imaginación. Pues bien, la propuesta de esta semana no es una frase con la que jugar, sino expresar qué significa para nosotros formar parte de todo esto, qué significa ser un Cuentacuentos. Así que ahí voy.



Cuando yo supe de la existencia de Cuentacuentos, hace ya casi cuatro años, funcionaba a través de otra esfera de comunicación: los espacios (spaces) del Messenger. Yo era muy joven, había empezado a escribir poco tiempo antes, así que se puede decir que El Señor de las Historias fue el primer contacto “real” que tuve con el mundo de la literatura.
Leí la frase de la semana, la tomé prestada y escribí; escribí y de repente lo que yo pensaba que no era posible para mí, lo fue. Me sumergí en una especie de mundo paralelo donde todos éramos –y somos- algo así como una familia, aunque suene, quizá, algo cursi. No se trata de algo tan… frío, por así decirlo, como otras iniciativas en las que he participado. Se trata de poder expresar algo que realmente te apasiona, algo que te llena, con otras personas que sienten exactamente lo mismo que tú. Se trata de aprender unos de otros, de compartir no sólo lo que escribes, sino lo que sientes haciéndolo y lo que sientes leyendo lo que comparten los demás. Cuentacuentos fue la verdadera razón por la que nació este blog que luego, poco a poco –y gracias, sobretodo, a vosotros-, ha ido creciendo y convirtiéndose en algo grande –algo más grande de lo que yo hubiera imaginado nunca-.

Para mí, el Cuentacuentos es la verdadera Fábrica de Sueños. Es lo que nos ha animado a muchos a continuar en esto de escribir, lo que ha iniciado a otros tantos. Quizá, para mí haya sido más reto todo esto de explicar qué significa para mí ser un Cuentacuentos que las frases semanales, ya que a mí siempre me ha costado mucho hablar de mí y sobretodo de lo que siento; y esa es otra de las muchísimas cosas por las que me encanta ser un Cuentacuentos: escribir me ayuda a desahogarme, a aliviar, aunque sea un poco, los problemas que todas las personas tenemos, en mayor o menor medida. Es algo así como un santuario en el que liberarse.

Y si algo es capaz de hacer todo esto, de reunir a tantas personas y darnos una ilusión, un motivo más por el que continuar escribiendo todo lo que llevamos dentro –tanto del corazón como de la mente-, yo puedo decir, me llamen lo que me llamen… que para mí, ser un Cuentacuentos, es un orgullo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

97.

Desciendes…
(sin mí, por mí, conmigo)
Tu cuerpo pálido enciende
una luz en el camino.
Oscurece…
y caigo yo
(sin ti, por ti, contigo)
en tus ojos, en tu abismo.
Amanece…
se rompe la noche
con tu grito,
con mi súplica,
con nuestro amor prohibido.
Anochece…
y vuelvo a soñar contigo,
con tu vestido azabache,
con tus rosas blancas
manchándose de sangre;
tu sangre.

 Se desvanecen
mi vida y mi memoria,
se tiñen del rojo
que de tus labios brota…
el aire se enrarece
si no lleva el aroma
que en tu pelo se adormece.
Y llega el invierno
y le doy más frío yo a él
que él a mí…
tu muerte congeló mi corazón
para siempre.

jueves, 10 de diciembre de 2009

96.

Les das la mano y te dan la espalda y, además, en cuanto te das la vuelta te meten la puñalada. Para la próxima, apréndetelo: calladita y sola, además de estar más guapa, te iba mejor. Lecciones que se da una a sí misma...

lunes, 7 de diciembre de 2009

95.

Se van los golpes del cuerpo… pero las cicatrices se quedan en el alma; la suya, la tiene destrozada. Quizá alguien ayudara a reconstruirla, pero no deja que se acerquen lo suficiente.



Se muere por dentro como se ha muerto Noviembre, y a veces… los colores son sustituidos por el gris marchito de Diciembre. ¿Y el corazón? A ratos vacío; las lágrimas son lo único que ocupa su colchón.

domingo, 6 de diciembre de 2009

94.

¡Buenas! Actualizo con unos premios que me vienen de mano de Manu (Mis cosas son tus cosas) y Susurros Mortales (Pasión Oscura). Estos son de los que os gustan: no traen normas ni preguntas. xD





Y como no viene con normas y ya sabéis que a mí eso de elegir quién se lo lleva y quién no no me va, que prefiero que se lo lleve quien quiera, pues simplemente cualquiera que me siga, firme, lea o simplemente pase por aquí, puede retirarlos.

¡Feliz puente!

martes, 1 de diciembre de 2009

93.

Ella llega, intrigada, con los tacones repiqueteando sobre la madera. Él, vestido con una sonrisa, espera. Le observa y siente que se arrastra con esos ojos oscuros que parecen hijos de la marea.
Se acercan; él estrecha a la chica entre sus brazos, ella le besa. Se contemplan como si acabaran de descubrirse y a lo lejos, de ningún punto en concreto, la música suena.



Él rodea su cintura con un brazo y ella apoya la cabeza en su pecho; ambos bailan sin saber si siguen el ritmo de la canción o el de los latidos de dos corazones que llevan demasiado tiempo maltrechos.
Sin pararse a preguntar, más que palabras, comparten silencio: no ese silencio incómodo que asfixia, sino esa mudez cómplice de quienes se dicen todo en apenas una caricia.
Les abriga la noche -que ha sido siempre su amiga- y ella, con la piel estremecida al contacto de sus manos, gira y gira. Gira y vuelve hacia él, detienen los pasos y, lentamente, se vuelven a encontrar sus labios… y van bajando; dibujan estrellas en su cuello, en su hombro y él la ama susurrando. Y cuando empieza la ropa a caer…



…se cuela el alba en la ventana de su cuarto y le arranca de sus brazos otra vez.

Y ella, aunque sabe que de momento no podrá tocarle, se conforma con que llegue la noche y traiga consigo el recuerdo de su piel. Antes que olvidarle para siempre, prefiere soñar con él.
Apostar por el número de su corazón, aunque se arriesgue a perder.