No descansa cuando duerme, descansa cuando se rodea de la soledad de la oscuridad, cuando la única luz que la alumbra es la tenue palidez de la luna. Cuando no hay gente para escupir un “cómo estás” que en realidad no le interesa. Cuando no hay que sonreír y aparentar.
Mirara donde mirase, hectáreas de incertidumbre, sueños en forma de enredadera que remolonean alrededor de su cuerpo, apretando cada vez un poco más… y más, y más, hasta que deja de percibir el aire que le rodea y se asfixia entre la marea de sus recuerdos.
Su corazón se divide en tres partes: una que a veces entrega y comparte, dos atadas a un par de promesas que pesan tanto como duelen. Una exige silencio, otra frialdad… ambas secreto. El pasado ya ha dejado demasiadas cicatrices en su alma y en su cuerpo.
Sabe que la fuerza no reside en no llorar, sino en llorar por dentro y que las lágrimas empujen fuera todo el veneno que la contamina…
Sabe que los monstruos que se tienen bajo la cama sólo existirán mientras se quieran ver.
Que el amor que te aleja en el dolor y vuelve a llamarte en la risa no es amor, es conveniencia y por tanto no valen los cambios de guión, el punto y aparte tembloroso que continúa su historia en el siguiente renglón.
Sabe dar el punto y final, el fin a la actuación.
Sabe que hay cosas que no se pueden confiar… escenarios en blanco y negro, ecos de voces que no dejan olvidar.
Sentimientos que sólo la última mota de arena del reloj se conseguirá llevar, arrastrándolos con ella.
Mirara donde mirase, hectáreas de incertidumbre, sueños en forma de enredadera que remolonean alrededor de su cuerpo, apretando cada vez un poco más… y más, y más, hasta que deja de percibir el aire que le rodea y se asfixia entre la marea de sus recuerdos.
Su corazón se divide en tres partes: una que a veces entrega y comparte, dos atadas a un par de promesas que pesan tanto como duelen. Una exige silencio, otra frialdad… ambas secreto. El pasado ya ha dejado demasiadas cicatrices en su alma y en su cuerpo.
Sabe que la fuerza no reside en no llorar, sino en llorar por dentro y que las lágrimas empujen fuera todo el veneno que la contamina…
Sabe que los monstruos que se tienen bajo la cama sólo existirán mientras se quieran ver.
Que el amor que te aleja en el dolor y vuelve a llamarte en la risa no es amor, es conveniencia y por tanto no valen los cambios de guión, el punto y aparte tembloroso que continúa su historia en el siguiente renglón.
Sabe dar el punto y final, el fin a la actuación.
Sabe que hay cosas que no se pueden confiar… escenarios en blanco y negro, ecos de voces que no dejan olvidar.
Sentimientos que sólo la última mota de arena del reloj se conseguirá llevar, arrastrándolos con ella.