jueves, 16 de junio de 2011

130.

Sombrío llega el murmullo marchito de una plegaria rota
y a un tiempo, la luz tardía se pierde en el transcurrir de las horas.

¿Y acaso importa? Lánguidamente te desnudan las olas
y es que oriunda de la luna, tu belleza al mar bravío se asemeja:
Impetuosa, temeraria se dibuja una mirada en tus pupilas
y luego en calma, resacosa, en tus labios se adormece una sonrisa.
Tu voz es un manto translúcido que en el alba reposa,
una caricia diluyéndose; un regalo tu quietud casi divina.
Todo cuanto aflora de ti hace nacer en mí una mística llama
que se crece con cada uno de éstos besos que nunca te di.
Sigo los lunares que forman constelaciones en el cosmos de tu cuerpo
y en algún lugar del firmamento, entre sueños, te encuentro

sumido en un silencio sepulcral. Mi alma se pierde en tu infinito,
en el crepúsculo glorioso del amor que aún no ha sido.
Mis corazón se pierde en tu corazón, en la alborada sinuosa

del amor que pronto será, del amor que siempre ha sido.