Las horas pasan y nosotros seguimos ahí, fumándonos cada latido, balanceándonos en un columpio de felicidad y tristeza, y a veces el viento sopla tan fuerte que parece derrumbarnos.

Los corazones vomitan dolor y sangran angustia, los ojos se empañan de alcohol y la vida se escapa entre los dedos como la cocaína discurre por las fosas nasales, sumiéndonos en un estado de aletargamiento en el que somos capaces de aguantarlo absolutamente todo.
A menudo las circunstancias nos superan; la gente muere, aumenta la pobreza… y nosotros lo olvidamos con un trago de cerveza.
El mundo se desmorona…
…pero la vida sigue, al fin y al cabo.