Vago preludio de susurros
que en aciaga noche acontece
bajo la blanca luna que crece,
escuchad mi conjuro:
Conozcan aquellos que juzgan
el dolor de a quienes han juzgado,
muerte tengan traicionados
por el veneno con el que comulgan.
Surque las sombras ésta maldición
como una estrella fugitiva
que lleve a Telvêrnia la misiva
de su propia perdición:
¡Que yo, la bruja sin corazón,
convoco a las criaturas de los planos
y guiadas por la magia de mis manos
os enseñen lo que es el dolor!
Porque en aqueste último bramido
de la bruja desterrada y mezquina
se esconde la condena que algún día
se alzará para llevaros al olvido.